CONFESIONARIOS DE UNA NAVE ESPACIAL.

CUANDO TE VENGAN CON UN CHISTE, HAY QUE HACER TRES FILTROS, SEGÚN SOCRATES, EX-CENTROCAMPISTA DE LA SELELCCION BRASIL: PRIMERO QUE EL CHISTE SEA BUENO, SINO NO LO CUENTES; SEGUNDO, QUE EL CHISTE NO SEA TRILLADO, O RECIBIRAS UNA TRILLA Y TERCERO...SÍGUELO, QUE PAREZCA UN ACCIDENTE.
MARIO PUZZO


sábado, 3 de abril de 2010

VARIACION A LAS MEDITACIONES PROHIBIDAS
Por Tales Diaz.

El candidato de siempre ha levantado su mano y comienza a preguntarse si la desinfectó bien con el gel antibacterial antes de comenzar con su oratoria. La verdad, es que sabe, que su discurso, a pesar de que está diseñado para corazones inocentes, blancos y limpios, ya no queda casi nada de eso, porque todos los que lo oyen saben que están ahí por asegurar el puestico, o porque al menos confiarán al verlo y será un digno vendedor de su voto.
Un niño come su helado de chocolate y solo le importa eso. En cambio su madre, una rubia de minifalda y labios carnosos, que lame y ronronea como gatita en celo, piensa que ójala su atuendo impacte al candidato y se filtre la posibilidad para que la emplee de secretaria y a ella no le importe que el político eyacule horas extras. Un caballo de bronce (con surcos de hongos y verdosidades propias de la ausencia de mantenimiento), que está en el centro de la plaza y sirve de corcel para el impávido Bolívar, quisiera desbocarse por el parque saltando sobre la banca de los ancianos jubilados, pero se contiene, mira de reojo para que nadie se dé cuenta, que el candidato nunca lo ha convencido, no obstante haberlo escuchado más de una vez en esa plaza. El candidato dice que ha llegado la hora del cambio, sabe que no es así y que entre manos tiene más de un torcido con varios contratistas para desfalcar al municipio. Ojalá que su voz quemara la tarde e hiciera arder los bosques, como un tal Gaitán del que le habló su abuela, pero su lengua domada por el perenne fuego de la domesticación, le indica que tan solo debe decir lo que le aconsejaron, que hay que utilizar palabras bonitas para que el pueblo se redima en virtud en medio de la farsa, creyéndose una vez mas que la paz, el amor y las angustias de todos los días, de todos los hombres, van a desaparecer después de elecciones.
Al candidato no le queda otra opción dentro de su costal de cinismo que jurar por dios, para ablandar el corazón de los más incrédulos, y al tendero de la esquina que lo conoce bien, solo se lo oye exclamar entre susurros: “Pobre hijo de Puta, cara de Iragorri (el nombre puede ser cambiado a gusto de quien haga otra variación), se estremece y quiere sacar del armario una escopeta calibre 16 de perdigones, para que valga la pena algún día pisar ña cárcel y callar a ese cabró habla mierda.
El candidato ofrece sus manos y saluda a uno por uno, sin dejar de pensar en que ójala no me contagien estos piojosos, harapientos, pecuecudos. La gente siente que los minutos han pasado y el compromiso con el gamonal que los invitó a la concentración, era el de un almuerzo de combate para los que estuvieran atentos y vitorearan al candidato. La única promesa que les importa es que les cumplan con el almuerzo y que ójala se les cuele un petaco de cerveza.
Una niña de trencitas con un girasol amarillo entre las manos, le pide al niño que le regale una chupada de helado y el niño le hace pistola. La niña berrea y lo acusa con su mamá. Ésta que también está de minifalda y aspira a copular algún día con el candidato se decide a comprarle un helado. El caballo de bronce vuelve a mirar de reojo.
El candidato sonríe sarcásticamente y sabe por un mensaje de texto que le acaba de llegar, que los trescientos millones que le faltaban para la compra de votos le acabaron de llegar en dos maletas y entonces esa sonrisa le llena el estómago. Su sonrisa comunica, llena de entusiasmo las hormonas, aleja los enojos y excita a los enamorados.
El candidato dice lo que dice, y cree que todos le creen, que tienen confianza en su palabra, en su dignidad, en su honor, en su sonrisa y en sus gestos, sin embargo el mismo lo sabe, que todos son hipócritas, que nadie está ahí porque quiere y que ruegan que él acabe con su patético discurso. Lo único que les interesa es irse para el almuerzo y acordar como será la forma de recibir los cincuenta mil pesos el día que rayen el tarjetón, no les importa si llegará al cielo o que se pudra en el infierno, saben que a él le gusta que lo miren como un Santo, y que ojalá pueda mantenerlo en el puesto público que ocupan.
El candidato se va, y nuestros corazones palpitan menos porque el estómago tiene una esperanza. Su publicidad desparramada por el piso nos recuerda que ese desperdicio al menos podría dar los primeros pasos de una gran solución de vivienda popular, y por eso jamás se comerán el cuento que sus palabras encarnan la justicia, la verdad y el progreso y el hecho de que tengamos que votar por su partido, es una costumbre rutinaria de cada dos o cuatro años.
El candidato ha terminado de vociferar y cree que sus palabras generaron el hipnotismo de otras ocasiones, sin embargo la voz de su conciencia le recuerda que la respuesta en las urnas tan solo es la consecuencia de los votos que compró, porque si de algo está convencido es que en Colombia, comenzando por el Cauca, esto es una plutocracia.
Luego de meditar recordamos que tenemos pendiente un beso con la mujer que creemos que amamos… y que de regreso a casa hay que comprar condones, porque una preñez en esta situación, nos generará hasta la antipatía del perro que nos lame los zapatos.

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